Salomón Raydán |
Una
silenciosa, pero fuerte tendencia comienza a recorrer las comunidades pobres
del mundo. Es un movimiento que no nació de grandes académicos o políticos,
sino desde el corazón de la cultura popular. No ha tenido la propaganda del
micro crédito tradicional, pero en pocos años ha superado los 10 millones de
clientes y en Latinoamérica, solo en la Red Promotora de Grupos de Ahorro (Red
GALAC) se cuenta con 250.000 asociados.Es una
nueva forma de llevar servicios financieros a los pobres, pero no a través de
la micro finanza tradicional, sino más bien mediante la transformación de
mecanismos financieros informales, utilizadas por las comunidades pobres en
todo el mundo. Nosotros la llamamos "La Otra Microfinanza”, mientras que
algunos la llaman "La Revolución del ahorro"
Una gran
revelación de este movimiento es que el ahorro es una necesidad imperiosa en
los sectores populares. No quiere decir que el crédito no sea importante, pero
sin duda en ahorro es la verdadera necesidad.
Nosotros
entendimos esto ya hace más de 20 años, cuando el micro crédito era el gran
boom en el sector social. Nos dimos cuenta ya en esa época, que contrario a lo
que se pensaba, muchas personas consideradas pobres podían contar con
excedentes temporales que necesitaban ser captados. Parecía tan absurdo el
planteamiento entonces, que un amigo asesor de FAO me llegó a decir en tono de
burla, que ese postulado equivalía a decir que “los pobres no eran pobres”.
Pero ahora
sabemos que teníamos razón y que en vez de centrar nuestros esfuerzos en el
micro crédito, debíamos dedicar recursos para establecer mecanismos que
pudieran captar el ahorro de los más pobres.
Esto se
justifica por varias razones, pero a nuestro juicio la más importante tiene que
ver con la formación de capitales que permitan estabilizar los ingresos de la
gente y formar lo que llamamos “amortiguadores
contra la pobreza”.
La pobreza
no solo la define la falta de ingresos, sino la inestabilidad de los mismos.
Los pobres necesitan instrumentos adecuados para formar capitales que permitan
enfrentar esa irregularidad. Aun en alta pobreza, los flujos de dinero permiten
tener excedentes temporales, que no son captados por la falta de instrumentos
adecuados de ahorro.
Por eso
digo que “el
micro crédito fue un error histórico”. Si los miles de millones
de dólares invertidos para apoyar y desarrollar esa industria, la hubiésemos
utilizado para impulsar mecanismos que facilitaran el ahorro de las familias,
seguramente tendríamos resultados mucho más alentadores
Ahora
bien, ¿por qué resulta tan difícil capturar los ahorros de los más pobres?
Existen muchas razones, algunas de tipo cultural y educativo, pero otras tienen
que ver con la necesidad de establecer mecanismos seguros y rentables de
captación.
En el ya famoso
libro “El portafolio de los pobres”, se analiza profundamente el comportamiento
financiero de poblaciones muy pobres. Allí se concluye que el gran volumen de
transacciones financieras, ocurren a través de mecanismos informales. La informalidad financiera
es la gran reina de las finanzas.
Los pobres
ahorran a través de diversos mecanismos informales. Casi siempre estos
mecanismos han sido desdeñados, sin embargo, nosotros hemos planteado que
en vez de criminalizarlos, deberíamos estudiarlos y mejorarlos.
Fue en
esta búsqueda como encontramos la existencia de mecanismos informales,
particularmente destinados a capturar ese ahorro y que quizás pudiéramos
mejorar. Estudiamos la manera en que la gente pobre ahorra y nos dimos cuenta
que la necesidad era tan grande, que eran capaces de utilizar mecanismos
altamente inseguros y mal diseñados con el fin de ahorrar.
Uno de los
mecanismos más utilizados, tenía carácter universal. Fue fascínate descubrir
que prácticamente en todo el planeta, la gente utilizaba un mecanismo
asociativo muy similar para fomentar y capturar ahorro en los sectores
populares.
En toda
América Latina hemos escuchado hablar de estos mecanismos. En Argentina lo
llaman “Vaquita”, en Bolivia “pasanaku”, en Brasil “consorcio”, o “pande”, en
Colombia, “Natilleras”, en Guatemala “Chuchubal”, en Peru “Junta o pandas”, en
el Caribe “San, Susu”, en México “tandas”. Académicamente se conocen como
“asociaciones Rotativas de Créditos y Ahorro” (ARCAS).
Hay muchas
variaciones de este mecanismo, pero normalmente hacen referencia a un grupo de
personas que se reúnen para colocar una cantidad fija de dinero, que se van
repartiendo por turnos. Un mes le toca a uno, el otro mes a otro y así
sucesivamente, hasta que cada uno recibe el monto que se acumula cada mes.
Este es el
origen de lo que llamamos Bankomunales. Se trata de un modelo de ahorro y
crédito, basado en la transformación y mejora de antiquísimas prácticas
comunitarias asociativas, que estimula la captación de ahorros, pero que
brindan mayor seguridad y eficiencia al modelo tradicional, agregando además
valor educativo y organizacional. Son pequeños Instituciones financieras de
carácter local o grupal, propiedad de los miembros de la comunidad y que solo
utilizan como fondos de crédito, los que ellos mismos aportan como ahorros o
inversión.
Este
innovador modelo lo hemos probado en más de 20 países en 4 continentes y
actualmente, gracias a un acuerdo con la Corporación Andina de Fomento, lo
estamos replicando en 6 países de América Latina.
Naturalmente
como emprendedor social, estoy altamente satisfecho al ver que, lo que 20 años
atrás lucía como una idea loca y sujeto de burlas, se está convirtiendo en una
tendencia global. Resulta increíble que un modelo nacido en un pequeño pueblo
de Macanao en la Isla de Margarita en Venezuela, es parte fundamental de este
movimiento, llamado a revolucionar la manera en que la sociedad ha planteado
llevar servicios financieros a los más pobres.
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