Por: Salomón Raydan |
Para otros, los que ponen el énfasis en lo social, los Bankomunales
son una expresión de los mejores valores asociativos y comunitarios. Un lugar
de encuentro entre individualidades, que por obra de los reales, se convierten
en comunidad.
Los muy centrados en realidades del día a día, consideran
los Bankomunales como el lugar donde se “resuelven los altibajos económicos”. Una
tipo de regulador de los vaivenes, que me presta cuando necesito y que me
permite guardar cuando me sobra.
Los más conservadores, piensan que los Bankomunales son
el sitio donde calmar algunas de las angustias mercantiles. Una especie de “fondo
de emergencias” al cual acudir para salir de los apuros financieros. Con sus
préstamos la gente paga las citas médicas, compra los cuadernos de los hijos, resuelve
algunos tratamientos, pagan la residencia de los hijos que estudian fuera,
o hacen la fiesta donde celebrar los logros
de la vida.
Muchos han encontrado en el Bankomunal un mecanismo para,
paso a paso levantar hogares y familias. Un crédito para bloques, el otro para
cemento. Más adelante el techo, la porcelana y poco a poco, mejor vida.
Para los más osados económicamente hablando, el
Bankomunal es negocio, inversión, ganancia, crecimiento y dinero en los
bolsillos. Esos nos narran con orgullo,
de la bodega que siempre soñó y que ahora es soporte de los hijos. De la
máquina de coser que nunca alcanzaba y que, gracias al Bankomunal se ha vuelto
vestido, camisa y alimento. Hay Marías, Omairas, Teresas, lusbely, Rosas,
Juanes y Pedros que nos recuerdan con cierta jactancia, que con el crédito compraron
la maquina, la mercancías, las semillas, los víveres, la sierra, la pala, el pico,
las cabillas, el fertilizante, la computadora, el refrigerador y los sueños de
riqueza en el futuro.
A algunos les gusta decir que los Bankomunales son
escuela que enseña de lo humano, lo social y lo financiero. Un tipo de proceso
transformador que introduce valores y cambia la relación con el dinero. Algo
así como un des-mistificador que a fuerza de fijar tasas, determinar capacidad
de pago, calcular ganancias y medir
riesgo, la gente va adquiriendo la destreza de manejar el dinero eficientemente.
Y es cierto, los Bankomunales son todas esas cosas
juntas y aún más. Pero para mí, son una pasión que ha ocupado mi vida por casi
20 años. Una suerte de cleptómano que en ocasiones y sin permiso, me roban la identidad y ya no soy “Salomón el hijo del turco Pablo”, sino
“Salomón el de los Bankomunales” .
Al igual que cualquier otra pasión, los Bankomunales tienen
en mi alma una cara hacia la luz y otra hacia las sombras. En ellos he
encontrado una forma de calmar la locura de aquel, que como el quijote, buscó
molinos y vientos. Sus sombras me han hecho profesar sin control alguno, que está
listo el barro para que de nuestro aliento, brotara una nueva manera de hacer
finanza. “Banko de la gente y para la gente”
fue la frase de algún trasnocho.
Pero es que cuando
el mundo buscaba en los rastrojos de la economía “plata para dar crédito a los
pobres”, nosotros con osada desfachatez, nos pusimos a corear: “Los pobres son auto-financiables”
Pero hay también una cara hacia la luz. Y es allí
cuando la risa de una mujer en Margarita, también brilla en los labios de otra
en Senegal. Y el emigrante de España, sentía el mismo orgullo que el artesano de
Colombia. Y aunque fuesen monedas distintas, los montos que la gente juntaba en
Chile o en Perú, cubrían necesidades muy parecidas en Venezuela o Indonesia.
Otra Microfinaza ha nacido y no solo entre las voces de
los Bankomunales, sino entre los miles de grupos que con otros nombres, hacen ahora
lo mismo que nosotros: Usan el propio dinero de la comunidad, para financiar a
la misma comunidad, sin necesidad de recurrir a los externos.
Hay demencias colectivas y a esta de los Bankomunales
se le han ido pegando voluntades en el camino. Están primero los hombres y las
mujeres de las comunidades, protagonistas indiscutibles de esta historia. Pero también
han llegado Empresas, estudiantes, investigadores, antropólogos, banqueros,
psiquiatras, periodistas, artistas, sociólogos y en fin, un montón de insensatos
cautivados por el transitar de los Bankomunales y su gente.
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