Tomado
de El
Cambur
Autor: Jeanfreddy Gutiérrez - 12 mayo, 2015
Héroes de carne
y hueso
Salomón Raydán va más allá de donde llegó Mohammed
Yunus. Su propuesta de “La Otra Microfinanza” (Libro,
PDF) asegura que a diferencia del Nobel de la Paz 2006, no cree solamente que
los pobres sean financiables sino que además que son autofinanciables.
Entendió que el problema de la pobreza estructural es que los ingresos son
irregulares, por lo que hay un doble problema: ahorrar y acceder a
financiamiento. Por eso creó los “Bankomunales con k”, una metodología que desarrolló con Fundefir
(Fundación para el Financiamiento Rural), en la que con capitales propios de la
comunidad se cubren las necesidades de ahorro y préstamos de forma sencilla,
sustentable y educativa.
Su organización brinda un mecanismo para que los vecinos aprendan de
finanzas y cuyo modelo replicable que inició en Nueva Esparta, ha llegado
a países como Senegal, España, Bolivia o Haití, mientras se avanza con Fe y Alegría y
la Unión
Europea para agrandarlo en el país, donde ya hay más de 200
Bankomunales en 11 estados. Además, le ha valido premios y reconocimientos nacionales e internacionales durante
los últimos 10 años, como emprendedor social y para llevar su iniciativa al
mundo entero. “40 años más tarde del Banco de los Pobres, el 80% de las
transacciones se hacen informalmente”, replica sobre la idea del banquero
hindú.
“Eso viene del gobierno”
Durante la década de los noventa, de regreso a Venezuela, fungió como
asesor financiero del Fondo de Crédito Agrícola. Allí notó que cuando
el dinero viene de fuentes foráneas -especialmente del Estado-, no hay
incentivo para pagar. En culturas rentísticas como la nuestra, encontró que
algunos créditos agrícolas terminaban en la compra de mercancía para la
reventa, porque generaban más ganancias con menos esfuerzos.
Una vez, usando un método mixto de ahorros de pescadores y dinero
público, éste último se retrasó en llegar. Entonces Raydán decidió brindar
préstamos con los fondos ya captados, cubriendo la demanda y obteniendo
ganancias, así como contraloría social, pues la comunidad no quería perder su
propio dinero. Cuando llegaron los fondos estatales, la situación cambió.
Llegaron las excusas y los pleitos.
Junto a su equipo conoció también experiencias como el Grupo Finca en Costa Rica, en la
que se entregaban microcréditos, pero las ONGs que hacían de intermediarios no
se interesaban en cobrar porque se sostenían con fondos internacionales. El
dinero ajeno era el problema.
Del “san” al bankero
Salomón
encontró que la diferencia está en la autogestión y la autoregulación que ya
existen en los mecanismos informales de ahorro y préstamos populares como el
san, el susu o el bolso, más el agregado de libertad individual de una
metodología -y no una institución- que hace que cada socio sea igualmente
inversionista y prestatario.
Con la compra de acciones, a su propio tiempo y cantidad, un vecino se
convierte en socio del Bankomunal, accede a la posibilidad de crédito y
de obtener las ganancias que se logren por los préstamos cobrados.
Mediante la educación financiera, se presta a tasas que los mismos
vecinos colocan para que sean más atractivas que guardarlas bajo el colchón
pero no tan altas como para cuando al socio le toque pedir prestado. Un proceso
que incluye operaciones en reuniones públicas, funciones rotativas y voluntarias,
y atención donde los microcréditos bancarios aún no han podido llegar porque
reduce costos, tiempos y procesos, pero le suma la contraloría social: poco
dinero en muchas manos y ojos.
Filosofía del logro
Salomón se graduó de Filósofo en la Universidad Católica Andrés Bello, y
luego hizo un master en Estudios Latinoamericanos y Sociología Política en la
Escuela de Economía de Londres, pero sabe de pobreza y esfuerzo. Su papá se
involucró en ONGs de derechos indígenas en Anzoátegui, y él mismo trabajó en
promover la educación bilingüe. Su madre fue ama de casa y microempresaria que
ayudó a levantar la familia. Puedes seguir el twitter de @fundefir
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