Salomón Raydán |
Partiendo de una explicación simple y para
no entrar en exactitudes académicas podríamos hablar de tres tipos de economía.
La primera o real y productiva, relacionada con la producción y que básicamente
corresponde a la industria, la agricultura, la pesca y la minería. La segunda,
la sub-real o de comercialización que la encontramos representada en el
comercio. La tercera o especulativa,
representada básicamente por la economía financiera
Desde la antigüedad se ha valorizado desde
el punto de vista ético, una más que otro, sin embargo, desde el punto de
vista de la retribución económica, mayores ingresos recibe, la que éticamente
menos valorizamos.
En otras palabras, si bien creemos que la economía primaria, donde se
producen los bienes y servicios básicos tiene mayor valorización ética, desde
el punto de vista remunerativo, más dinero de la tajada social se lleva la
especulativa, a la cual históricamente hemos dado menor valor ético.
Basta citar el conocido ejemplo del
ingeniero que pasa gran parte de su vida para levantar una empresa metal mecánica, y 30 años más tarde,
cansado y agobiado por los problemas laborales, vende su empresa a algún
financista joven que la reestructura y luego de pocos meses, la vende en partes
logrando una ganancia mucho mayor y en menor tiempo, que el ingeniero que
dedicó su vida a producir.
La economía moderna, caracterizada por
transacciones multidireccionales cibernéticas, cada día es más especulativa y
menos real. Esto representa un peligro inmenso para la salud de la sociedad en
general.
Citando a Axel Capriles y su libro sobre
la complejidad del dinero, tenemos que "la acentuación de este rasgo de la
economía contemporánea (abstracción del dinero y especulación) se ha convertido
en la espada de Damocles del sistema
económico mundial".
Ahora bien, ¿cómo esta visión de lo
económico, se expresa en algunos de los sectores populares en los que
trabajamos?
La valorización de la economía primaria como positiva y el
recelo hacia la economía especulativa que tiene la sociedad como un todo se
reproduce también allí.
La desconfianza hacia la inaccesible
banca, o hacia los mecanismos de financiación normalmente disponibles
(prestamistas), es una constante que encontramos en muchas de las personas entrevistadas.
Parecen tener una alta valorización ética
sobre la economía primaria, sin embargo ante la pregunta ¿qué empresa quisieras
establecer?, la respuesta generalizada es hacia la actividad comercial y en
algunos casos hacia la actividad financiera informal (prestar dinero).
De los miles créditos otorgados por los
Bankomunales, cerca de 42% son destinados a lo que denominamos actividades
generadoras de ingreso. De ese
42%, la abrumadora mayoría se orienta a las actividades de comercio.
Cuando indagamos más sobre el porqué de
esa orientación tan marcada, la respuesta sencilla y simple es que, el comercio
es más rentable y más sencillo.
Esta visión se repite aun en comunidades
con mayor orientación hacia actividades de la economía primaria. Una interesante encuesta realizada hace unos años en
la Isla de Coche, en torno a un proyecto de la Unión Europea para el fomento de
la pesca, reveló que la gran mayoría de los jóvenes encuestados prefería
prácticamente cualquier actividad de comercialización, que la pesca. La pesca
era algo así como el castigo, como la última actividad a la que se dedicarían,
pese a que la vocación natural de la isla es esa actividad.
Resultados similares encontramos en
comunidades de tendencia agrícola. Las condiciones de vida rural son sin duda
un componente que desestimula a la juventud agrícola, pero más allá de esas
condiciones, el criterio que prevalece es mucho sacrificio y baja rentabilidad.
Recuerdo una entrevista a un muchacho
campesino en una comunidad de Anzoátegui, que había utilizado el dinero de un crédito agrícola para la compra de
mercancía para la venta. Cuando le pregunté por qué había cometido aquella
irregularidad, la respuesta fue un conocido refrán: "Más deja un metro de
mostrador, que cien leguas de tierra".
Este dilema es complejo en cualquier
sociedad, pero lo es mucho más en la nuestra, donde la dependencia del petróleo y los altibajos constantes de la
economía han favorecido una cultura económica más orientada a lo especulativo y
de corto plazo, que hacia lo productivo.
Sin embargo en la visión cotidiana,
expresada en el lenguaje de la gente
común, se pone de manifiesto la vieja concepción Aristotélica, que entendía la
economía primaria (agricultura, pesca, ganadería) como legítima, mientras que
la especulativa era considerada anti natural e ilegítima.
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