Finanzas sociales, microfinanzas |
Por : Javier M. Cavanna
El 30 de marzo pasado Chuck Waterfield, CEO
de MicroFinance Transparency (MFT), la institución que durante los últimos
siete años ha estado impulsando la transparencia publicando información sobre
las tasas de interés de las instituciones microfinancieras (IMF) anunció
públicamente su cierre.
Curiosamente el motivo para arrojar la toalla no se ha
debido, principalmente, a la falta de fondos, que suele ser la causa habitual
por la que este tipo de instituciones independientes abandonan sus esfuerzos.
En el completísimo informe (174 páginas) en el que se
detalla el trabajo de estos siete años (Advocating transparent pricing in
microfinance: a review of MFTransparency’s work and a proposed future path for
the industry, Chuck
Waterfield, MicroFinance Transparency, 15
julio 2015), Waterfield justificaba su decisión no en la ausencia de recursos,
sino en la falta de colaboración por parte de las IMF.
Si bien algunas organizaciones respondieron positivamente
proporcionando información sobre sus tasas de interés, un número significativo
de IMF se ha negado a revelar o actualizar los datos basándose en dos motivos
fundamentales.
El primero es el temor a las reacciones negativas por
parte de los políticos y de la opinión pública. Como es sabido, las tasas de interés de las IMF son
bastante altas y no todo el mundo comprende bien los motivos.
La segunda razón se basa en las dudas que tienen algunas
IMF en quedar aisladas en sus esfuerzos por ser transparentes. ¿Si los demás no
dan un paso adelante por qué he de darlo yo?, se preguntan.
Existe o, más bien, podría existir un incentivo muy
potente para forzar a las IMF a ser transparentes en la publicación de sus
tasas de interés, y es que los financiadores se lo exigiesen.
Pero este incentivo tampoco ha funcionado: “En estos
años, hemos visto muy pocos cambios en las políticas de fijación de las tasas
de interés de las IMF y hemos comprobado que es un tema que no parece tener
mucha influencia en los financiadores y redes internacionales a la hora de
seleccionar a sus socios”.
Esta reflexión es muy grave porque parece sugerir que los
principales inversores públicos y privados en el sector de las microfinanzas
(organismos multilaterales, agencias de desarrollo, fondos de inversión,
fundaciones privadas, etc.) no están preocupados realmente por las tasas de
interés que las instituciones cobran a sus clientes.
Si eso es así, y no hay por qué dudarlo, supondría que los actuales financiadores sólo
están interesados por los resultados financieros y no por el objetivo social de
las microfinanzas, lo que
supondría tanto como levantar el acta de defunción de este sector.
A raíz del cierre de MFT muchos se preguntan si su
desaparición no supone un reconocimiento público del fracaso por impulsar la
transparencia en el sector de las microfinanzas.
¿Por qué son tan importantes las tasas de
interés en las microfinanzas?
En esta última década se han llevado a cabo bastantes
estudios para tratar de analizar si las tasas de interés que pagan los clientes
de las IMF son razonables. Son varias las razones que justifican este interés.
1) Equilibrar el objetivo social y financiero
Probablemente en ningún otro sector, como en el de las
microfinanzas, son tan intensas las tensiones entre la misión y el modelo de
financiación. Tradicionalmente la atención a las poblaciones vulnerables se ha
apoyado siempre en el subsidio de los servicios prestados debido a la falta de
capacidad de pago de esas poblaciones. Sin embargo a mediados de los setenta
surgieron, en Asia y América Latina, las primeras iniciativas en el ámbito de
las microfinanzas (Grameen Bank, en Bangladesh, y Acción Internacional, en
Brasil) que comenzaron a cuestionar este enfoque.
La metodología microcrediticia, simplificando mucho la
realidad, no pone el acento en la falta de capacidad de pago de las poblaciones
con pocos recursos para pagar por los servicios financieros sino en la falta de
adecuación de éstos para atender adecuadamente a este tipo de “clientes”.
El problema no se encuentra en la falta de
recursos de esas poblaciones sino en el diseño de los productos existentes. Los créditos, y demás productos financieros,
están concebidos para clientes que cuentan con garantías personales o reales
para responder de un posible impago y por importes que permitiesen cubrir los
costos administrativos de los bancos. Los pobres, sin embargo, no suelen contar
con esas garantías y las necesidades de financiación son muy inferiores a los
importes que suelen conceder los bancos.
Ante esta situación, para resolver sus problemas de
liquidez, las poblaciones de bajos recursos acuden a los prestamistas
informales o usureros que, si bien se adaptan a las necesidades de estas
poblaciones prestándoles pequeñas cantidades y no exigiéndoles garantías, a
cambio les imponen unas tasas de interés exorbitantes.
El éxito de las primeras instituciones de
microcrédito consistió, precisamente, en superar estas barreras desarrollando una nueva metodología que no se
apoyaba en las garantías reales de la banca tradicional, sino en el aval de la
comunidad, prestando en
plazos muy cortos pequeñas cantidades de dinero a los microempresarios,
adecuadas al flujo de fondos que generan sus pequeños negocios, y cobrando unas
tasas de interés que permitían cubrir los costes de las operaciones
crediticias, tasas que se encontraban por encima de la banca tradicional pero
bastante por debajo de las cobradas por los usureros.
Si bien nadie discute hoy en día la necesidad de que las
IMF sean sostenibles, y no dependan de los subsidios o donaciones para
mantenerse, el problema está en determinar el grado de equilibrio que se
considera adecuado para unas organizaciones que tienen que hacer compatible su
rentabilidad económica y su fin social.
2) Tasas y costes
Las tasas deben ser suficientemente altas para facilitar
la sostenibilidad de la institución cubriendo todos los costes y, al mismo
tiempo, consistentes con la misión social de estas organizaciones. Los
principales costes que debe cubrir la tasa de interés son los siguientes:
gastos administrativos, coste de los recursos, pérdidas de préstamos y
ganancias.
Gastos administrativos se refieren a todos los costes asociados
a la prestación de los servicios: sueldos del personal, equipamiento, gastos de
desplazamiento, luz, amortización de equipos, etc. Esta es la partida más
importante en los costes de una IMF.
Como es sabido, el
costo de otorgar un crédito a los sectores de bajos recursos es mayor que el de
los créditos tradicionales. La
razón se debe a que la prestación de estos servicios se realiza en condiciones
muy complejas: los clientes no tienen historial crediticio; la mayoría trabajan
en el sector informal; la población está muy dispersa y es difícil de ubicar;
es muy intensivo en mano de obra, ya que el análisis depende mucho del
conocimiento empírico de los oficiales de crédito que, además, deben
desplazarse a los lugares de trabajo de los clientes, etc.
El coste de los recursos es el precio que la
institución paga o debería pagar por obtener los recursos que luego prestará a sus clientes. Aunque la
institución reciba los recursos gratuitamente, si quiere ser sostenible en el
futuro y no depender de donaciones o subsidios, debe incluir este coste en el
cálculo de su tasa de interés.
El coste asociado a las pérdidas de préstamos
comprende todos los gastos y las provisiones por créditos fallidos o en mora que la institución debe realizar
cuando estima que no podrá recuperarlos total o parcialmente. Este coste suele
expresarse como un porcentaje de la cartera total de préstamos. Las
instituciones microfinancieras eficaces suelen tener porcentajes inferiores al
3%.
Por último, las
ganancias se refieren al beneficio neto que la institución necesita para seguir
creciendo. Como es natural,
este es el costo que presenta más dificultades de justificar desde el punto de
vista del cumplimiento del objetivo social. El cobro de las tasas de interés es
el precio que pagan los clientes por el servicio que obtienen y, si bien
resulta razonable que éste cubra los costos anteriores, la decisión sobre las
ganancias, ya sea para constituir reservas o repartir dividendos entre los
accionistas, es más compleja de explicar.
La oferta pública de acciones de la IMF mexicana Compartamos en el 2007 no ha hecho sino confirmar las dudas y
suspicacias que suscitan algunos casos de ganancias excesivas por parte de los
directivos de las IMF y de sus accionistas (Vid. Banco Compartamos: un éxito muy
cuestionado),
algunos de ellos instituciones muy reconocidas y pioneras en el campo de las
microfinanzas.
3) Las diferencias en las tasas de interés
El problema con las tasas de interés se agudizó cuando se
comenzó a disponer de información fiable y comparable sobre las distintas tasas
de interés que cargan las IMF a sus clientes. A partir de ese momento, algunos expertos comenzaron a
cuestionar las enormes diferencias que existen entre las mismas y el compromiso social de algunas IMF.
En el Gráfico 1 se pueden apreciar las grandes
variaciones de interés de los microcréditos entre países. Como se puede ver, el
promedio se sitúa en un 35%, pero en Uzbekistán se encuentra por encima del 85%
y en Sri Lanka está cercana al 17%.
La principal explicación que se da para justificar estas
diferencias es el tamaño de los préstamos. En efecto, como es sabido, la tasa de interés está
inversamente relacionada con la cantidad prestada: si el costo de otorgar el préstamo es
similar, prestar una cantidad más pequeña conlleva una tasa de interés más alta.
Esta explicación, que resultaba bastante razonable,
impulsó a Chuck Waterfield a estudiar con más detalle la posible correlación
entre el monto de los créditos y las tasas de interés cobradas a los clientes.
En el año 2007 presentó sus conclusiones en una
conferencia que tuvo lugar en Santo Domingo. Como se puede apreciar en la
siguiente gráfica, que recoge información de 59 IMF filipinas, aunque existe
una correlación entre el saldo promedio de los préstamos (Average Loan
Balance) y los rendimientos de la cartera (Porfolio Yield), el tamaño de los préstamos es sólo
uno de los factores que explican las diferencias entre las tasas promedio de
interés.
Los empleados asiáticos, sin embargo, están mejor pagados
en términos comparativos: el salario de 12.300 equivale a 1,6 veces el PNB per
cápita en México, mientras que el personal asiático es 3,2 veces el PNB per cápita.
Otro de los elementos que puede contribuir
sustancialmente a modificar los rendimientos de la cartera de préstamos es el coste de los recursos. No es infrecuente que en muchos
países, por razones políticas, la actividad microcrediticia esté en manos de
entidades públicas que prestan a las poblaciones vulnerables a tasas
preferenciales o que subsidien a las IMF privadas, prestándoles dinero a tasas
muy bajas, obligándolas a no superar determinados topes en sus préstamos.
Cuestión aparte es si este tipo de medidas contribuye o no a distorsionar el
mercado.
No parece que tenga mucho sentido comparar las tasas de
interés entre países con circunstancias y condiciones económicas tan
diferentes, pero si puede tenerlo comparar las tasas entre IMF que operan en
mercados similares. Si los
clientes disponen de una información transparente sobre las mismas, estarán en
condiciones de elegir la mejor oferta. No
puede hablarse de verdadera competencia, cuando no hay información transparente
sobre los precios.
Por otra parte, la publicación de esa información,
además, contribuirá a mejorar la productividad y eficacia de las IMF, lo que
redundará en mejores precios y servicios para sus clientes.
En este sentido, hay dos medidas relacionadas con los
costes de personal y el coste de los recursos que la institución puede tomar
para disminuirlos y que esa reducción tenga incidencia en una bajada de las
tasas de interés.
La primera es mejorar
su productividad, siendo más
eficiente en las operaciones, lo que producirá una disminución de los gastos
administrativos y en los costes asociados a los préstamos perdidos.
Si la institución consigue que sus oficiales de crédito
aumenten la cifra de préstamos gestionados y que el porcentaje de pérdida de
estos disminuya gracias a un buen análisis del riesgo los gastos
administrativos y los costes por pérdidas pueden disminuir sensiblemente.
La otra opción para reducir los gastos consiste en captar el ahorro de los clientes, que suele ser una fuente de recursos
externos más barata que los préstamos de los financiadores. Esta es una
decisión muy importante en una institución microcrediticia, pues supone
rediseñar sus operaciones para poder ofrecer este nuevo servicio financiero.
Muchas de las grandes IMF existentes, que comenzaron como
instituciones no lucrativas, han dado este paso transformándose en
instituciones reguladas, pues para poder captar ahorros del público se exige
que cumplir con un determinado marco jurídico y estar sometidas al control del
órgano de supervisión bancaria correspondiente.
Pero más allá de las causas o medidas que pueden incidir
en los costes, el gráfico de Waterfield sirvió para que mucha gente empezase a
centrar la atención en las diferencias entre las tasas de interés y, también,
dejó muy claro que los clientes más pobres, que son los que reciben los
préstamos más pequeños, son los que soportan las tasas de interés más altas,
como se puede comprobar por la curva del gráfico y, probablemente, los que
contribuyen a los márgenes más altos para la institución.
Esta información era un dato que las IMF no siempre
hacían público y que ponía en cuestión la eficacia de las microfinanzas tras
tres décadas de actividad. Los datos eran tan relevantes que Waterfield, junto
con dos colegas -Tony Sheldon y Howard Brady-, decidió anunciar el
lanzamiento de MFTransparency, con el aval de Mohamed Yunus, en la reunión del
Microcredit Summit en Balí en abril de 2008 ante 1.200 asistentes. La curva del
gráfico resultaba tan elocuente para describir la situación actual de las microfinanzas
que Waterfield decidió incorporarla en el logo de MFT
Tras el encuentro de Bali quedó claro para todos los
asistentes que impulsar la
transparencia de las tasas de interés era un objetivo prioritario si se quería
consolidar la industria de las microfinanzas y asegurar que los clientes tuviesen
una información clara y veraz sobre el precio que estaban pagando. Lo que
estaba en juego, en palabras de Waterfield, era “discernir entre unas
microfinanzas responsables y unas microfinanzas oportunistas”.
Nota: Pronto el Capitulo 2 de este estudio,
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