Por: Salmón Raydán
Hemos analizado el tema del acceso al ahorro, como una necesidad, aun
más importante que el acceso al crédito. Lamentablemente el movimiento del
micro crédito ha mantenido subyugada esta realidad, pues todo el esfuerzo se ha
montado sobre establecer caminos para acceder al crédito y no al ahorro.
Afortunadamente cada día más en los escenarios internacionales la gente imbuida
en el tema de las micro finanzas comienza a hablar con mayor frecuencia sobre
la conveniencia y necesidad de impulsar programas de micro ahorro. Esto es
bueno que suceda, pues como he repetido muchas veces, los pobres no solo tienen
capacidad de ahorrar, sino necesidad de hacerlo. Para los sectores de menores
ingresos el ahorro representa la alternativa más importante frente a la
compleja realidad de su día a día. Si bien para la clase media ahorrar es
importante, para los pobres es imperioso, pues mientras los primeros en caso de
emergencia tienen alguna alternativa de acceder a capital, de financiarse
(ayuda de familiares, préstamos bancarios, venta de activos, etcétera), los
segundos saben que las posibilidades de lograr dinero urgente, mas allá de lo
poco que se pueda tener guardado, son muy escasas, por no decir que imposibles.
La manera tradicional en que los pobres colocan sus ahorros, son los llamados mecanismos informales. Algunos individuales y otros colectivos, entre ellos los potes, los susu, los clubs de ahorro, las prendas, los activos, las cajitas.
Dado que comienza la sociedad en general a salir del letargo dejado por
la obsesión del micro crédito y se amplía la visión hacia otras necesidades
importantes que garanticen la plena ciudadanía económica de los pobres, parece
sensato revisar la estrategia que debe operar para desarrollar planes masivos
de ahorro. Lo primero que deberíamos hacer, es aprender de la larga experiencia
del micro crédito y ver que, mucho de lo bueno, puede terminar siendo muy malo.
A partir del famoso cuento de la hormiguita que guardaba para el
invierno, todos hemos aprendido desde niños que “ahorrar es bueno”. Siempre nos
regalaban la alcancía del cochinito para que fuésemos poniendo nuestras monedas
y al final poder adquirir lo que necesitábamos. Lamentablemente la realidad
económica hace que ese esas fábulas no sean más que eso, pues ahorrar en
condiciones negativas para el ahorro, es simplemente en mi opinión una
tontería.
Muchas veces nos plantean que apoyemos campañas con el fin de buscar que
en los sectores populares se ahorre, claro, esto entendiendo el ahorro solo
como la acumulación de dinero en los bancos. Siempre nos hemos negado a
hacerlo, tanto porque consideramos que existen y los pobres utilizan sus
propios mecanismos de ahorro, como porque nos resulta algo inmoral plantear a
la gente que ahorre, para que al final de cuentas sean más pobres.
Si bien es cierto que los mecanismos informales que las personas con
escasez de recursos utilizan para el ahorro son inseguros y de mala calidad, no
es menos cierto que los instrumentos formales de ahorro, que no lo rentabilizan
adecuadamente, son también muy poco recomendables. Aquí no solo nos referimos
al hecho brutal de que los montos que coloco en el banco, dentro de un año
tienen un valor adquisitivo menor, debido a la inflación, sino también a la
complejidad que significa movilizar ahorro en el sistema bancario tradicional.
No conozco un estudio serio sobre el asunto, pero el tiempo promedio que
una persona pasa en un banco para movilizar sus fondos de ahorro es muy alto,
si tomamos en cuenta no solo las largas colas, sino también los tiempos de
traslado o transporte para llegar a la agencia correspondiente.
La verdad del asunto es que muchas veces ahorrar, al menos en la forma
tradicional que se entiende el ahorro, resulta ser un muy mal consejo. Para
pedirle a la gente que ahorre, deben existir condiciones adecuadas y esto
supone, requisitos y condiciones que faciliten el ahorro, rentabilidad positiva
de los recursos colocados, productos financieros que se ajusten a las
necesidades de las personas y facilidad de movilización.
Las personas independientemente de sus niveles de ingreso deben medir
con cuidado hasta qué punto el ahorro los favorece. No quiero decir con ello
que el ahorro no es bueno. Por el contrario creo que es un elemento central a
la hora de diseñar y planificar las finanzas familiares. Igualmente, más allá
del ámbito familiar el ahorro es uno de los impulsores del sistema económico,
pues permite que fondos que no se están utilizando en un momento dado, puedan
ser transferidos a través del crédito a sectores productivos que lo necesitan.
Lo que queremos decir es que para que nosotros, como Fundación que apoya los
sectores populares, consideramos que el ahorro necesita condiciones adecuadas.
Ahora que comienza el furor del micro ahorro, no vayamos a cometer los
mismos errores que con el micro crédito. Ahorrar por ahorrar, lo mismo que
colocar crédito por colocar, sin medir adecuadamente las condiciones en que
esto ocurre, puede resultar a la larga un gran error.
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