Tomado de: El País-Mexico. Óscar Granados
Andrés y su madre en el taller donde elaboran los muñecos de resina |
Unas
abonan 100 o 200 dólares, otras hasta 1.000, depende del dinero que hayan
solicitado. Cirene es dueña de una papelería. Pertenece a este grupo de mujeres
que desde hace cuatro años son clientas del banco. En 2010, pidió 3.000 pesos
(230 dólares) prestados a Compartamos.
Actualmente su deuda asciende a más de 2.000 dólares.
“Ahora
quiero más”, dice Cirene, de 50 años, con orgullo. No es la única. La mayoría
de mujeres han mejorado la condición de sus negocios gracias al dinero que se
les da a crédito. “No cualquiera presta”, arguye esta señora. En 24 años de
historia, Compartamos se ha hecho de casi tres millones de clientes, el 90% son
mujeres, de las cuales un 66% apenas han terminado la educación básica y un 6%
son analfabetas.
Las
microfinancieras, como Compartamos, han sabido aprovechar el hueco que han
dejado los grandes bancos en México: la población de escasos recursos, explica
Óscar Pfeiffer, portavoz de Prodesarrollo,
una red que agrupa 87 firmas financieras dedicadas al sector popular. En
México, este mercado es enorme. De acuerdo con Consejo Nacional de Evaluación
de la Política de Desarrollo Social, el número de personas en situación de pobreza
supera los 53 millones. La Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) expone que son 60,6
millones de mexicanos los que sufren esta condición.
Compartamos,
que controla el 40% del mercado de las microfinanzas, se ha convertido en la
estrella del sector. Ha pasado de ser una ONG, como nació en 1990, a un banco
que entró a cotizar en la Bolsa Mexicana de Valores en 2006. Una señal de que
el negocio va viento en popa es la confianza que ha puesto el público inversor
en esta institución. Tan solo en los tres primeros años en el mercado, la
acción de Compartamos creció un 98%. En 2013, sus ganancias fueron de casi de
189 millones de dólares y ahora opera en Guatemala y Perú.
En el
país, según datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), existen cerca
de 2.000 microfinancieras que atienden a casi seis millones de mexicanos, todos
ellos de escasos recursos. Debido al crecimiento que han tenido en la última
década, algunos organismos internacionales han criticado las tasas de interés
que estas empresas cobran por sus préstamos. De acuerdo con el BID, en México
la comisión promedio supera el 50%, cuando la media en el resto de América
Latina es de 30%.
Para
algunos clientes de Compartamos, con una comisión promedio que ronda el 75%
anual, el precio del crédito es poco relevante. Andrés no ha parado de
trabajar. Lleva toda la mañana en su taller, en donde el olor a pintura es
penetrante, pero este material es esencial para elaborar las figuras de resina.
Junto a su madre, que ha sido la responsable del préstamo, lleva en el negocio
más de cinco años y acaba de pedir prestado más de 3.000 dólares para hacerlo
crecer. “La tasa de interés es alta, pero no hay otra manera de acercarnos
dinero”, dice.
La tasa
está justificada, dice Carlos Danel, presidente del consejo de administración
de Compartamos. “Para darle servicio a un cliente hay que abatir los costos
operativos: la contabilidad, la publicidad, el transporte”, destaca. En 2008,
esta institución recibió una fuerte crítica del economista y premio Nobel de la Paz Muhammad Yunus.
“Su prioridad ha sido la generación de dinero”, dijo. Yunus fue uno de los
pioneros del concepto de las microfinanzas. Su empresa, el Banco Grameen, en
Bangladesh, tiene una tasa de interés por debajo del 20%.
“Estos
negocios ofrecen servicios a personas que para la gran banca comercial no
serían potenciales clientes, ya que no cumplen con los requisitos”, comenta
Óscar Pfeiffer, portavoz de Prodesarrollo. "Aunque hay tasas más altas que
en otros países, en México se opera con bajos márgenes de ganancia”, resalta.
A la
pregunta de si las microfinancieras hacen un buen negocio a costa de los
pobres, Carlos Danel, de Compartamos Banco, busca una respuesta: “Lo que diría
es que hacemos es un mejor México”.
El País-Mexico. Óscar Granados
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