Salomón Raydán |
¿Cómo
visualizamos el crédito? ¿Qué significa para los venezolanos de los sectores
populares tener acceso al crédito? ¿Por qué tanto esfuerzo puesto en obtener el
crédito que nos permita arrancar el negocito, para luego fracasar
irremediablemente?
En todos los
años que tengo implementando la metodología de Bankomunales, no me deja de
asombrar la manera tan peculiar en que algunos venezolanos percibimos el
crédito. Detrás de este concepto hay toda una mitología fascinante y muchas
veces perversa, que afecta considerablemente nuestra posibilidad como sociedad
de crecer económicamente.
Para
simplificar podemos decir que el crédito lo percibimos de dos maneras: En
primer lugar hay un grupo que lo ve como una oportunidad para acceder a unos
fondos, sin pensar en su pago o devolución. Es como "el pedacito de
petróleo que a mí me toca", me comentó un día un pescador del estado
Sucre, cuando revisamos su historial de crédito con el extinto Instituto de
Crédito Agrícola y Pecuario (ICAP). Su expresión no era para nada novedosa,
pues es una frase que de alguna u otra manera escuchamos muchas veces los que
hemos estado en contacto con programas de crédito. Debo decir sin embargo y con
honestidad que, si bien esta visión existe, no es la que más persiste, ni la
más frecuente.
Cuando estamos
creando un Bankomunal siempre le hablamos al grupo de lo que llamamos "la
fase de la piñata". Este es un período que se presenta al inicio de las
operaciones de crédito del Bankomunal y se refiere a algunos miembros de la
comunidad que están como con un palo en la mano, esperando darle el primer
golpe a la piñata, o en otras palabras, esperando el primer crédito para no
pagar. Afortunadamente la metodología que hemos desarrollado conoce muy bien esa
visión del crédito y toma medidas para prevenir que la piñata se rompa o que al
menos su ruptura sea peligrosa.
Hay otro grupo
muy numeroso, normalmente los más necesitados, que perciben el crédito bajo la
visión de lo que llamamos "La gran solución". Se ve en el crédito la
solución a los problemas, "es el capital que al fin nos va a permitir
arrancar", tanto es así que el crédito se convierte en el gran reto, se
persigue, se desea, se procura con afán, porque se piensa que con él, se solucionarán
los problemas.
Lamentablemente
esto no es así y de hecho podría decir sin temor a equivocarme, que el crédito
dado desde una estructura financiera mal diseñada, es muy culpable del fracaso
empresarial de muchos de sus clientes. Los malos programas de crédito y
especialmente de microcrédito, son altamente responsables del fracaso y la
frustración de miles de personas que de manera equivocada ponen en el crédito
la respuesta a sus problemas económicos. De la misma manera, los buenos
programas de microcrédito, y existen muchos en el mundo, son verdaderas
herramientas para lograr generar ingresos y sacar a la gente de la pobreza.
Estoy
convencido después de estudiar y trabajar por años en programas de microcrédito
y conocer muchos programas de microempresas, que en el entorno latinoamericano
la mayoría de las empresas pequeñas, que llamo nano-empresas, no requieren
crédito para iniciar operaciones, pues los montos son tan pequeños, que no vale
la pena financiarlo desde programas de microfinanzas. El crédito solo constituye
un factor de crecimiento económico relevante cuando se cumplen ciertas
condiciones específicas que lo justifiquen, y en la mayoría de las
nano-empresas esto no ocurre hasta que se han convertido realmente en
"pequeñas empresas".
Lo que me
parece más importante de rescatar, sin embargo, es la visión que se tiene del
crédito y cómo esta visión puede afectar negativamente la dinámica económica de
un nano-emprendedor y su familia. La fantasía que acompaña la obtención de un
crédito generalmente contribuye a que se piense más en el crédito que en el
negocio y por lo tanto que se concentren las energías en obtener el crédito y
no en analizar y estudiar el negocio.
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