Salomón Raydán |
Una de las narraciones más hermosas de la historia se puede encontrar cuando
Sócrates diserta sobre la libertad un poco antes de tomar la Cicuta. Más tarde
el propio Platón plantea la famosa paradoja de la libertad, cuando se pregunta
si el exceso de libertad no lleva necesariamente a los hombres a desear
ardientemente la tiranía.
En términos económicos el problema de la libertad sigue estando en el medio de la discusión y por más que pasan los años, su vigencia sigue siendo impresionante. ¿Libertad o intervencionismo? he allí la cosa. Sin temor a equivocarnos podríamos decir que el gran debate de la economía se ha centrado en torno a este dilema, pues los dos conceptos históricos más importantes donde se ha movido la teoría económica, están rodeados por los dos extremos: Intervencionismo-comunismo y liberalismo-capitalismo.
En términos económicos el problema de la libertad sigue estando en el medio de la discusión y por más que pasan los años, su vigencia sigue siendo impresionante. ¿Libertad o intervencionismo? he allí la cosa. Sin temor a equivocarnos podríamos decir que el gran debate de la economía se ha centrado en torno a este dilema, pues los dos conceptos históricos más importantes donde se ha movido la teoría económica, están rodeados por los dos extremos: Intervencionismo-comunismo y liberalismo-capitalismo.
El Estado intervine en el campo económico
precisamente para evitar los desmadres que causa a la sociedad el extremo
liberalismo. De hecho, el capitalismo encuentra su salida más valiosa cuando se
desarrolla un concepto de Estado que interviene y evita el colapso del sistema
que antes había predicho Marx. La contradicción interna del capitalismo que lo
llevaría a su destrucción, no es más que la explicación filosófica de los
excesos de un sistema que por su propia dinámica excluyente, generaba el germen
de su propia destrucción. En otras palabras, el extremo liberalismo económico
del capitalismo industrial, acompañado por un Estado débil que protegía los
intereses del capital, generaba una masa insostenible de desposeídos que más
temprano que tarde destruirían el propio sistema que los excluía.
El gran remedio que encontraron algunos
teóricos para impedir la explotación propia del capitalismo industrial, fue la
intervención del Estado y el surgimiento de lo político como el contrapeso al
poder del capital. De esta manera el Estado y su fuerza, parecía el contrapeso
adecuado para evitar los excesos propios del capitalismo.
La gran pregunta, por supuesto, es: ¿Hasta dónde debe intervenir el Estado? ¿Cuál es el punto adecuado de intervención que garantice libertad y justicia?
La gran pregunta, por supuesto, es: ¿Hasta dónde debe intervenir el Estado? ¿Cuál es el punto adecuado de intervención que garantice libertad y justicia?
Para algunos, la intervención debía ser
amplia, hasta el extremo de intervenir directamente en los procesos productivos
y convertirse en el único sujeto de la actividad económica. La consecuencia
práctica de esta visión fue la aparición del capitalismo de Estado, que
intervino hasta el punto de hacer desaparecer el capital privado y convertirse
en el único dueño de los medios de producción.
Para algunos otros, la manera en que el
capitalismo debía salir de esta supuesta contradicción insalvable, era mediante
el desarrollo de un Estado protector o del welfare, que debía intervenir para
evitar que los dueños del capital hicieran lo que les diera la gana y
garantizar los derechos del resto de la sociedad, no dueña de capital. El
liberalismo económico por lo tanto quedaba desplazado por la idea de un Estado
moderadamente interventor, que impidiera tanto los extremos del capitalismo
salvaje por un lado, como los del capitalismo de Estado por el otro.
La doctrina política de mayor peso en el ámbito económico durante todo el siglo pasado fue precisamente lo que en términos generales se describe como "social democracia", para referirnos a una visión que entiende la necesidad de intervenir moderadamente, para evitar las inmensas desigualdades que el desarrollo liberal del capitalismo conlleva.
Esta visión perduró de manera más o menos general en casi todo el mundo occidental y se encuentra reflejada en las constituciones de la mayoría de los países, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial. La caída del muro de Berlín y el evidente fracaso del capitalismo de Estado, para muchos reforzó la idea de un Estado garante de los derechos básicos y que actuara de alguna manera como contrapeso al poder del capital.
Esta visión se rompió cuando irrumpió la renovada teoría liberal o lo que se conoció como neoliberalismo. El neoliberalismo, salvaje sin duda en mucha de sus premisas, cogió una fuerza inusitada en el mundo y parecía estar destinado a convertirse en la teoría económica dominante hacia finales del siglo pasado. Lamentablemente para los neoliberales, sus premisas fundamentales referidas a la autorregulación de los mercados y a la distribución natural de la riqueza, resultaron del todo erradas, y su resultado más directo fue, sin duda, la develación de una élite dominante y corrupta que bajo la defensa de la libertad económica, llevó al capitalismo a una de sus crisis más severas y cuyas consecuencias más importantes están aún por revelarse.
No es casual que con el surgimiento del neoliberalismo como teoría económica dominante, surgiera nuevamente la visión contraria y muchos teóricos intervencionistas adquieren peso en el mundo intelectual, especialmente el académico. Ya a estas alturas, hasta los más liberales entienden la necesidad de intervenir, pero el problema sigue siendo el mismo. ¿Dónde está el justo equilibrio? o lo que en buen latín se llamó in medio virtus.
La doctrina política de mayor peso en el ámbito económico durante todo el siglo pasado fue precisamente lo que en términos generales se describe como "social democracia", para referirnos a una visión que entiende la necesidad de intervenir moderadamente, para evitar las inmensas desigualdades que el desarrollo liberal del capitalismo conlleva.
Esta visión perduró de manera más o menos general en casi todo el mundo occidental y se encuentra reflejada en las constituciones de la mayoría de los países, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial. La caída del muro de Berlín y el evidente fracaso del capitalismo de Estado, para muchos reforzó la idea de un Estado garante de los derechos básicos y que actuara de alguna manera como contrapeso al poder del capital.
Esta visión se rompió cuando irrumpió la renovada teoría liberal o lo que se conoció como neoliberalismo. El neoliberalismo, salvaje sin duda en mucha de sus premisas, cogió una fuerza inusitada en el mundo y parecía estar destinado a convertirse en la teoría económica dominante hacia finales del siglo pasado. Lamentablemente para los neoliberales, sus premisas fundamentales referidas a la autorregulación de los mercados y a la distribución natural de la riqueza, resultaron del todo erradas, y su resultado más directo fue, sin duda, la develación de una élite dominante y corrupta que bajo la defensa de la libertad económica, llevó al capitalismo a una de sus crisis más severas y cuyas consecuencias más importantes están aún por revelarse.
No es casual que con el surgimiento del neoliberalismo como teoría económica dominante, surgiera nuevamente la visión contraria y muchos teóricos intervencionistas adquieren peso en el mundo intelectual, especialmente el académico. Ya a estas alturas, hasta los más liberales entienden la necesidad de intervenir, pero el problema sigue siendo el mismo. ¿Dónde está el justo equilibrio? o lo que en buen latín se llamó in medio virtus.
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