Se requiere de un enfoque
adecuado del ahorro, para lograr mejoras económico-financieras
personales. El ahorro más allá de ser una fuente de seguridad es también una
muy importante fuente de inversión, que podemos utilizar sin mayores
contratiempos.
En los Bankomunales
por ejemplo, la mayoría de las personas pagan sus créditos (la tasa de recuperación
supera el 99%), pero así como le pagan al
Bankomunal, se podrían pagar así mismos si utilizaran sus ahorros (y sin tener
que desembolsar intereses para otros), pero la visión del ahorro como
instrumento de seguridad y no de inversión, le impide a muchos hacer esto.
Nuestra desconfianza es tal, que aún los ahorros que
no están en nuestra propias manos, que no manejamos directamente, como los de
las cajas de ahorros, los de política habitacional o los de las prestaciones
sociales, prácticamente los sentimos como no propios, como si no
fuesen nuestros.
En los ejercicios que hacemos con los miembros de los
Bankomunales para ayudar a determinar su patrimonio, más del 90% de las
personas, no incluyen inicialmente los fondos de las cajas de ahorro o los de
prestaciones sociales, como parte de sus activos. Esos fondos son “invisibles”
en la contabilidad de las personas. Imaginen lo que significa que
prestaciones o dineros guardados por años en las cajas de ahorro, no los
incluyamos en nuestra contabilidad familiar. Los efectos de este hecho sobre
nuestra economía personal o familiar, son sin duda, contrarios a la generación
de una mentalidad productora de riqueza.
Recuerdo una reunión con una señora de un Bankomunal
en una comunidad del Municipio Arismendi en Margarita. Yo insistí en tratar de
hacerle ver lo inadecuado de pagar intereses por un crédito, cuando ella tenía
ahorros para financiar lo que quería hacer, sin embargo me fue imposible
hacerle ver la lógica detrás de mi razonamiento. Su respuesta fue: “Salomón, yo
sé que voy a pagar porque yo siempre he pagado mis créditos, pero no tener los
ahorritos en mi cuenta me da mucho susto….”.
Lo que pude entender es que esa protección que le
brindan los ahorros, es fundamental para su funcionalidad social. Es normal que
veamos en el ahorro un elemento de seguridad, pues la sociedad no ha generado
instrumentos eficientes para brindar esa protección.
Desconfiamos, la mayoría de las veces, de la protección que nos debía brindar
un seguro, o el sistema estatal de pensiones, o de los servicios públicos de
salud. En general desconfiamos de las respuestas sociales a nuestra necesidad
de protección y solo confiamos en nuestra propia capacidad individual para
solventarlo.
Esta visión del ahorro como mecanismo de protección,
independientemente de cuan justificada sea, trabaja en contra de una población
inclinada a la generación de riqueza económica, o a la de una sociedad que destina
sus ahorros para el disfrute personal y familiar. No importa si se deterioran
con la inflación. No importa si con esos ahorros puedo financiar una inversión. No importa si
con ellos puedo pagar una vacación o comprar un producto que deseo como familia.
Lo importante es que si me pasa algo (normalmente de salud) tengo los
“realitos” en el banco. El razonamiento es “Mis ahorros me protegen” y
aunque esto generalmente no es del todo cierto, produce una seguridad emocional
que nos tranquiliza. Sin duda que desde el punto de vista estrictamente
financiero, esa visión del ahorro no apoya nuestro crecimiento económico.
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